Imagina el colega con quien tienes una relación muy desafiante, la persona que hace de la conversación más inofensiva, una tensa e incómoda. Independientemente del tema, esta persona se muestra en desacuerdo y se aproxima más como un adversario que un aliado.

Una vez que tengas visualizada a esa persona, imagina esta situación: estás en tu escritorio trabajando y te llega un mensaje de esta persona que dice “vi el borrador de tu presentación, encontré algunos errores y tengo algunas ideas para arreglarlos. Paso por tu oficina a las 3 para conversarlo”. Probablemente ese mensaje te hace sentir enojado, a la defensiva o ansioso y es posible que intentes no estar disponible en la oficina a las 3; también podrías pensar “se cree más inteligente que yo” o “piensa que sólo él puede solucionar las cosas” y estas serían reacciones comunes y esperables.

Ahora, borra la visualización de esta persona e imagina a un compañero con quien tienes una buena relación, por quien habitualmente te sientes respaldado, y cuando lo tengas en mente, imagina esto: estás en tu escritorio trabajando y te llega un mensaje de esta persona que dice “vi el borrador de tu presentación, encontré algunos errores y tengo algunas ideas para arreglarlos. Paso por tu oficina a las 3 para conversarlo”. ¿Cómo te sentirías? Quizás aliviado o agradecido, probablemente esperando esa conversación.

Así de importante es como las presuposiciones y juicios afectan nuestras percepciones, es así como dos mensajes exactamente iguales, pueden tener resultados diametralmente distintos. En la reunión con tu “adversario” asumes lo peor y, quizás hasta sin quererlo, tus pensamientos, tus respuestas y, especialmente, tu lenguaje no verbal se vuelve negativo y resistente. Viendo esto, tu compañero de trabajo responde de manera defensiva y hostil, lo que engendra (y justifica) más profundamente tu comportamiento y así se va creando un circulo sin fin, siendo el resultado que ambos se cierran, pierden confianza en el otro y se mantiene este círculo vicioso.

En contraste, en la reunión de quien percibes como “aliado”, asumes lo mejor y tus palabras y acciones demuestran apertura y hasta entusiasmo por sus ideas. Compartes y aprendes, la calidad del trabajo mejora y la confianza entre ustedes crece.

El mejor antídoto para esta dinámica destructiva es estar consciente de lo que asumimos como verdad para así tener la oportunidad de revertir los efectos negativos de estas. En los próximos dos días, pon atención a cómo reaccionas con lo que tus colegas dicen y hacen, fíjate en tu cuerpo ya que te dará pistas: ¿cuándo se te acelera el corazón?, ¿qué te hace apretar los puños?, ¿cuándo levantas la voz?, ¿cuándo te inclinas agresivamente en la conversación o cuándo te cierras y retrocedes?

Cada vez que te des cuenta de que estás reaccionando de esta forma, detente y piensa qué está pasando contigo, ¿qué estás asumiendo o interpretando que te lleva a esta reacción negativa? Las  reacciones más intensas son gatilladas cuando asumes cosas de la personalidad o motivos de los otros o cuando interpretas lo que la persona está pensando sobre ti y tus capacidades. Con sólo tomar conciencia de tus suposiciones negativas ya es un cambio (aunque puede no ser muy cómodo al principio).

Cuando ya seas consiente de tu conclusión errónea, busca una hipótesis más productiva. La aproximación más simple es reemplazar la interpretación sobre la persona con una sobre la situación, por ejemplo, en vez de “es un tonto por destacar los errores”, reemplazar por “quizás la importancia de esta presentación hace que sea especialmente exigente”; esto te ayudará a ser más empático y generar una mejor conversación.

Enmarcar las preocupaciones como situacionales no excluye los sentimientos negativos sobre el comportamiento del otro, sin embargo la interpretación situacional se sentirá mucho menos acusatoria y crítica, lo que conducirá a una interacción más productiva. Al hacer este cambio, se puede pasar de tener un “adversario” a ser dos personas que están colaborando en mejorar un proyecto.

Solo cuando te vuelvas consiente de tus propios sesgos, podrás elegir un camino más constructivo para avanzar. Los supuestos positivos nos ayudan a proyectar hacia el futuro, al progreso, mientras que los negativos nos dirigen hacia el pasado, donde ya no hay espacio para modificaciones. Entonces es el momento de superar los juicios previos y comenzar a ser conscientes de cómo obtener lo valioso de cada miembro del equipo de trabajo.

Artículo completo en www.hbr.org A Mental Trick to Help with Challenging Conversations.

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